LA EMPATÍA, más allá del «ponte en los zapatos de…»
Recién inicié mi trayectoria profesional, hace ya algunos años de esto, una de las temáticas que más me apasionaba abordar era la del servicio al cliente. Estudié mucho al respecto, hice numerosos proyectos para diferentes empresas e incluso fue el tema de mi tesis de maestría. Recuerdo que una de las capacidades necesarias para la atención al cliente que se repetía en los escritos, era la empatía. Hasta el día de hoy la sigo escuchando en muchos ámbitos de empresa sin embargo, a veces me da la impresión de que demeritamos su valor y que, más que considerarla una condición básica para el desarrollo, la usamos como un cliché «ponte en los zapatos de…».
La empatía puede interpretarse de formas distintas, dependiendo del enfoque desde el que se hable. La propuesta que me gustaría compartir hoy es una mirada que nos permita comprenderla, revalorarla y que nos facilite su práctica consciente, pero no como una técnica sino como una cualidad que podemos desplegar interiormente para facilitar el desarrollo mutuo.
La empatía es una cualidad esencial para facilitar el desarrollo de las personas en los ámbitos en los que nos desenvolvemos. No es una técnica ni una habilidad. Podríamos decir que es una manera de ser-hacer, un “estado empático” que nos permite identificarnos afectivamente con la otra persona y su realidad. Por otra parte, no podemos estar en un estado empático si no sabemos escuchar activamente.
Escuchar activamente es un estado interno, una experiencia emocional que consiste en implicarse para conocer la vivencia de la otra persona. No es necesariamente estar de acuerdo con él o con ella, ni pretender que sienta aquello que yo desearía escuchar. La escucha activa supone escuchar con todo nuestro ser, sin expectativas, es incompatible con los juicios, los consejos y las interrupciones; como dijo el filosofo Gendlin “solamente existen dos razones para hablar mientras se escucha: para mostrar que prestas atención al repetir lo que la otra persona ha dicho o para pedir repetición o clarificación” así es que para habitar la empatía, desde esta mirada, hemos de aprender a permanecer en silencio, pero en un silencio activo y cálido.
Dado que somos sistemas cerrados, es imposible escuchar a ciencia cierta lo que la otra persona está diciendo, por ello es importante parafrasear lo que entendemos de lo que la otra persona está diciendo. Podemos decir -genuinamente- por ejemplo:
- “Lo que escucho es que te sientes …”
- “Lo que escucho es que piensas …”
- “Lo que escucho es que te comportas así por …”
- “Lo que escucho es que las circunstancias que estas viviendo son …”
Cuando nos aseguramos de que la otra persona se “siente escuchada” la transformación que se genera es muy significativa ya que hemos sentado una de las bases para facilitar el desarrollo.
Recuerda, la empatía no es ponerse en los zapatos de la otra persona. Es, desde mis zapatos comprendo cómo está él o ella en sus zapatos.
Para finalizar me gustaría añadir una pregunta de reflexión: ¿Qué valido o niego de la otra persona cuando habito la no empatía?