Cierto día, Cuidado se disponía a atravesar un río. Mientras caminaba, se fijó en un pedazo de barro y comenzó a darle forma. Maravillado por la figura, invocó a Júpiter, dios supremo, y le pidió que soplara sobre ella para que le diera vida, lo que hizo de buen agrado.
Cuidado quiso ponerle nombre a su criatura, pero Júpiter se lo prohibió, pues fue él quien le dio el espíritu, de manera que le correspondía a él ponerle nombre. Mientras discutían apareció Tierra, quien también quiso ponerle nombre a la criatura, pues estaba hecha de su propia materia. Ahora eran tres los que discutían, de manera que invocaron a Saturno, el padre de todos los dioses, para que actuara como árbitro. Éste tomó la siguiente decisión:
– “Júpiter, tú le otorgaste el espíritu, recibirás de vuelta este espíritu cuando la criatura muera. Tierra, tú le otorgaste el cuerpo, recibirás de vuelta la corporeidad de la criatura cuando ésta muera. Y tú, Cuidado, quien tuviste la primera idea de modelar a la criatura, cuidarás de ella mientras dure su vivir”.
Una vez más comenzaron a discutir sobre el nombre de la criatura, pero Saturno decidió que sería llamada hombre, que se deriva de “humus” que quiere decir “tierra fértil”.
Esta fábula-mito la propone Leonardo Boff, teólogo, filósofo, escritor y ecologista brasileño, en su libro: El cuidado esencial, para referirse a la importancia del cuidado. Como nos podemos dar cuenta, o no, el cuidado es anterior al cuerpo, es lo primero que aparece. Para él, el cuidado son las condiciones previas que permiten que emerja un ser, como el ser humano.
Aunque el cuidado al que hace referencia Boff, tiene una connotación más amplia, profunda y ecológica, me parece relevante poner el acento en nuestro vivir cotidiano. El cuidado forma parte de nuestra naturaleza, todos los que estamos aquí, lo estamos gracias al cuidado de nuestras madres, en primera instancia, y después, de los adultos con los que crecimos. El cuidado debe estar presente en todo y también en nuestro lugar trabajo, en la forma en cómo nos relacionamos con las personas con quienes convivimos todos los días y en el cómo hacemos lo que hacemos.
El cuidado, para Boff, más que un acto, es una actitud. Una actitud de ocupación, preocupación, responsabilidad y compromiso afectivo con el otro o la otra. En el lugar de trabajo, donde pasamos gran parte de nuestro vivir, es un ámbito en el que, sin la menor duda, se pone de manifiesto esta actitud.
Esta actitud en el lugar de trabajo, implicaría, entre otras cosas:
- Trato digno a todas las personas con las que se convive cotidianamente: jefes, pares, miembros del equipo, miembros de otros equipos, clientes, etc.
- Escucha abierta y genuina a las y los compañeros de trabajo, sin estar pensando en cómo contradecirlos o en cómo defender los propios criterios de validez.
- Respeto mutuo, delicadeza en los gestos y generosidad en el trato, en el compartir información y mensajes, independientemente del medio.
- Ser solidarios con las y los compañeros de trabajo, finalmente se comparte un mismo propósito; al menos eso se espera en las empresas.
- Colaborar en lugar de competir; cada persona hace un aporte único al logro de objetivos.
- Asumir la responsabilidad de hacer de la mejor manera posible las tareas que corresponden.
- Tomar el tiempo para reflexionar en torno a: desde dónde se hace lo que se hace y desde dónde se dice lo que se dice.
- Ser éticos en el día a día. Entendiendo la ética como el actuar seria y respetuosamente en cualquier circunstancia, cuidando de que los propios actos no nos dañen, no dañen a otras personas ni al entorno.
- Identificar aquellas actitudes, comportamientos y/o valores que se oponen al cuidado y actuando en consecuencia.
Si bien, en las mujeres ha dominado el cuidado, evidente en muchos de sus haceres, esta característica también se encuentra en los hombres, sólo es cuestión de explorar un poco más en la esencia de nuestra naturaleza. Juntos, hombres y mujeres, podemos hacer del cuidado en los lugares de trabajo y en cualquier ámbito en el que nos desenvolvemos, una opción consciente.
Bibliografía
Boff, L. (2002). El cuidado esencial. Editorial Trotta.